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Monseñor Mariano Antonio Espinosa

Mariano Antonio Espinosa nació en Buenos Aires el 2 de julio de 1844 y fue bautizado el 12 en la parroquia de San Ignacio.
Fue criado por don Antonio Modollel, propietario de "La Quinta de Barracas", donde se levantaba la capillita de Santa Lucía.
Lo confirmó Ludovico María Bessi, quien luego fue delegado apostólico.
Ingresó al Seminario Conciliar el 7 de febrero de 1859. Después de recibir las órdenes menores en 1863, el 12 de enero de 1865 viajó a Roma para continuar sus estudios en la Universidad Gregoriana donde se doctoró en Teología en 1869.
Fue ordenado presbítero el 11 de abril de 1868.
Con ocasión del Concilio Vaticano I, el joven sacerdote actuó como secretario del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mariano José de Escalada, hasta 1870, año en el que falleció el prelado en la ciudad eterna.

 

Capellán de Santa Lucía.

Ese año Espinosa regresó a Buenos Aires, siendo designado secretario general del arzobispado, al mismo tiempo que se desempeñaba como capellán de la parroquia de Santa Lucía. Por esos años hacía a caballo sus viajes a la Catedral y a caballo cruzaba las quintas para llevar los auxilios espirituales a los enfermos. Durante este tiempo su vida fue de una rigurosa austeridad. Habitaba un pequeño cuartito vecino a la capilla en el que nunca usó cama para dormir, porque se acostaba en el suelo sin colocar en el piso ningún colchón.


Sus biógrafos señalan que pese a ser un erudito del latín que escribía poemas, en su contacto con la feligresía decidió utilizar el idioma de la gente para que le pudieran entender mejor la transmisión del mensaje evangélico. Por eso dijeron después que era medio gaucho. Sus virtudes le granjearon el afecto del vecindario que era testigo de su abnegación. Esta simpatía se puso de manifiesto cuando se decidió a levantar sobre las ruinas de la antigua capilla, un templo digno de la devoción que el pueblo de Buenos Aires profesaba a Santa Lucía.


El padre Antoñito fue el alma de esa empresa, no sólo animando a la comisión de damas que lo secundaban y que presidía Pe-trona Coronel de Lamarca, madre del prominente dirigente católico Emilio Lamarca, sino que él mismo se impuso el deber de ir de puerta en puerta para obtener los fondos necesarios.


Cuando terminó el templo de Santa Lucía, el arzobispo Aneiros lo convocó a trabajar en la Curia, lo cual no fue bien visto por una comisión de vecinos que dirigiéndose al prelado le pidieron que no se retirara del vecindario "al muy benemérito, virtuoso e inteligente director espiritual ...que es una garantía para la paz y armonía entre todos los de Barracas al Norte".


Acuciado por lograr una presencia católica dentro del periodismo, fundó el diario "La América del Sud" y luego "El católico argentino", y si bien rara vez escribió un artículo, asumió la tarea de traducir artículos de L'Os-servatore Romano y L'Unitá, de Turín. A la mañana aparecía con treinta o cuarenta carillas que no se comprendía como había podido traducirlas, sino era pasando la noche en vela.


A Espinosa se le debe la creación del Óbolo de San Pedro, destinado a ayudar económicamente a la Santa Sede.
Desde mediados de 1875 a principios de 1876 fue párroco de Nuestra Señora de la Merced, y en el verano de 1877/78 viajó a misionar al Paraguay, cuya Iglesia había quedado prácticamente desmantelada después de la guerra.
El 14 mayo de 1878 se embarcó junto con un grupo de religiosos salesianos en el vapor "Santa Rosa" con destino a Bahía Blanca. Pero frente al Cabo Corrientes el viento Pampero se llevó tres velas y parte de la baranda y luego el timón. Cuando ya se consideraban muertos pudieron sortear la situación y regresar a Buenos Aires cuatro días después.


A partir de este año, Espinosa emprenderá una tarea evangelizados que raya con la aventura. Designado por el presidente Nicolás Avellaneda capellán general del ejército expedicionario al Río Negro, estuvo junto con los salesianos en la campaña del desierto. Viajando en carreta o a caballo, se detenía en todos los poblados para adoctrinar y sacramentar a los aborígenes, en jornadas interminables que comenzaban bien temprano y finalizaban a altas horas de la noche.


Terminada la expedición militar, Espinosa viajó con misioneros salesianos y lazaristas a territorios casi inexplorados de la Patagonia, visitando también los antiguos fuertes de Carhué, Puán, Guaminí, Fuerte Argentino y General Lavalle, recorriendo a caballo más de 120 kilómetros por día.
En 1881 inició y presidió la peregrinación nacional a Roma, Tierra Santa y Lourdes.
En 1884 se embarcó en el buque de guerra "Villarino" para evangelizar en Patagones, Viedma, Pringles, Conesa, Fortín Roca, Vidal y muchos pueblos en los territorios del Chubut y La Pampa central.
En mérito a sus tareas fue nombrado protonotario apostólico, dos años después canónigo y ocupó el cargo de vicario general.


Es nombrado Obispo

El 13 de junio de 1893 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y el 22 de octubre el arzobispo de Buenos Aires, León Aneiros, le confirió el orden episcopal.
Fue el primer obispo de La Plata, desde 1898 a 1900, para asumir ese año el arzobispado de Buenos Aires, al producirse la muerte de Uladislao Castellano.


En su gestión pastoral se destacó por construir templos, capillas y escuelas e impulsar los estudios eclesiásticos. Para el Seminario obtuvo el derecho de otorgar títulos académicos y realizó nuevas construcciones para adecuar su edificio. A su muerte Espinosa había realizado 104 misiones, en su mayor parte en la provincia de Buenos Aires y administró 104.000 confirmaciones.


Su gran austeridad la siguió manteniendo durante toda su vida y lo pudieron comprobar quienes lo visitaron en su enfermedad. Faltaban en su habitación los elementos más indispensables, pues siempre se negó a usar lo que él llamaba cosas de lujo.
Al celebrarse su jubileo sacerdotal y sus bodas de plata de consagración episcopal, se constituyó una comisión para rendir un testimonio de adhesión a su persona. Espinosa expresó su deseo de que ese homenaje se exteriorizase en una obra de permanentes beneficios para el prójimo. Fue así como se decidió edificar el Hogar Sacerdotal que lleva su nombre, destinado a hospedar a sacerdotes ancianos, pobres o enfermos, actualmente dirigido por el padre De Bony, que fue párroco de Santa Lucía.


Tras una larga gestión y soportando mas de seis años de enfermedad, falleció en Buenos Aires el 8 de abril de 1923. Una abuela del barrio, Agustina Yparra-guire de Casos, atinó a decir: "¡Falleció San Antoñito de Barracas!"

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