La Historia de la Parroquia de Santa Lucía
La devoción a Santa Lucía se inició en 1733, en una capilla existente en una quinta ubicada donde hoy se cruzan las calles Sarmiento y Montevideo. En 1783 se trasladó la capilla a una quinta de Barracas. Crónicas de 1838 relatan la procesión como un acontecimiento religioso y de gran repercusión popular. La parroquia se erigió en 1889.
La iglesia parroquial de Santa Lucía estaba situada en el Camino de la Ensenada de Barragán y Pampas, luego llamada calle Larga, Avda. Santa Lucía y hoy avenida Montes de Oca.
Hubo antes un oratorio y capilla pública de Santa Lucía, en una quinta propiedad de don Juan Antonio de Alquizalete. Sus orígenes datan de 1733, y se hallaba en el lugar que hoy cruzan las calles Sarmiento y Montevideo, lo cual fue causa de que la primera de las arterias nombradas se denominara, allá por 1777, Santa Lucía.
En 1783, doña María Josefa de Alquizalete hizo trasladar la capilla a su quinta de Barracas, zona que hasta 1769 perteneció a la parroquia de la Catedral, cuyo límite sur era el Riachuelo, que la dividía de la parroquia de La Magdalena, creada en 1730. La quinta fue vendida en varias oportunidades, hasta que en 1862 fue adquirida por Teodoro Serantes. La familia Serantes vendió los terrenos donde se levanta el templo, al arzobispo Dr. Federico Aneiros, "quien actuó como comprador en nombre de la Iglesia argentina".
EL PRIMER CAPELLÁN DE SANTA LUCÍA
La iglesia de la Concepción, que desde 1731 funcionaba como Ayuda de parroquia, fue erigida en noviembre de 1769 por el obispo Manuel Antonio de la Torre.
En las fiestas de Santa Lucía de 1783, en la capilla de Barracas se hallaba presente el cura de la Concepción, Dr. Alonso de los Ríos. Éste eligió ese día para dar cumplimiento a un encargo del obispo de Buenos Aires, fray Sebastián Malvar y Pinto. Cumpliendo con el decreto firmado por el obispo el 31 de octubre de 1783, el cura de la Concepción comunicó haber visitado la quinta de Santa Lucía, y que "haciendo inspección de la pieza de dicho oratorio la encontró con el aseo y decencia cual corresponde a tan alto ministerio, sin que falte utensilio alguno...".
Con ello se concedió a doña María Josefa de Alquizalete "el que pueda tener y tenga un oratorio en su quinta, para que en él se pueda celebrar misa por cualquier eclesiástico secular, o regular, que tenga las debidas licencias, y que en dicho oratorio, pueda cumplir con el precepto de oír misa los días festivos, la referida doña María Josefa de Alquizalete, su familia y criados, como cualquier u otras personas que concurran a ella, aunque no este presente la precitada". Fue capellán el propio sobrino de la Alquizalete, don Juan Antonio. Al crearse el curato de San Pedro González Telmo, de acuerdo con el nuevo deslinde, Barracas pasó a depender de esa parroquia y por consiguiente también la capilla, como figura en el acto de erección de San Telmo por el obispo Benito de Lué y Riega, el 31 de mayo de 1806.